Soy peruana, soy andina (12 de diciembre de 2008)

VIVENCIAS EN LA GRAN URBE 

Soy peruana, soy andina

La historia de dos peruanas que cruzaron sus vidas, una para descubrir su identidad, la otra para reafirmarla.

Por Enrique Soria (publicado en AYLLU TIMES el 12 de diciembre de 2008)

Lo único que Cynthia Paniagua sabía del lugar al cual acababa de llegar era que se llamaba Trujillo, y que para llegar a él le tomó unas diez horas de viaje. Sin importarle el cansancio que llevaba consigo decidió caminar por las calles de la ciudad y de pronto se topó con la biblioteca. 
Buscaba libros o información sobre danzas peruanas. Ese era el objetivo de su viaje. “Pensé encontrarme con cosas turísticas en la calle pero no… fui bastante ingenua, una gringa ingenua a la cual la gente le prestaba mucha atención, tanta que me querían vender de todo”, recuerda con sonrisas. 
El viaje a Trujillo se había convertido en el punto de inflexión para esta joven de 25 años de edad, nacida en Nueva York y de padre puertorriqueño y de madre peruana, pues daba inicio a una saga que la llevaría por varias ciudades del Perú a la busca de lo más preciado que puede tener un ser humano, la identidad. 
“Tuve suerte, el hombre que atendía la biblioteca tenía un hijo que administraba una academia de marinera. Allí me mandó y luego en el hotel revisé las páginas amarillas. Había cinco páginas de mariachis y solo dos academias de marinera. 
Escogí la del “Chino” Calderón, un hombre muy conocido y de mucha fama. Por supuesto, yo no sabía que era el campeón de campeones de marinera”. Cynthia tras tocar la puerta de la academia, y explicar a qué venía, el hombre esbozó una sonrisa luego de mirarla de arriba hacia abajo. “Me dio un libro chiquitito con pocas páginas. Era una poesía sobre la marinera. Explicaba el ser de la marinera, él me hizo sentir algo adentro antes de bailarla”. Después vendrían Piura, Huancayo, Puno y posteriormente Cusco con la fiesta de la Candelaria, donde Cynthia se envolvió en el ritual del Qolluriti. “No permití que me filmaran, porque fue un asunto personal, muy personal”. 
Fue el momento de plenitud, la circunstancia que le permitió tocar el cielo y felicitarse de que gracias a una beca pudo recorrer el Perú para encontrar lo que buscaba. De niña su madre la registró en una academia de danzas para que pudiera vencer la timidez, y luego los viajes al Perú para visitar a la familia la sumergió en las profundidades de las danzas peruanas. El camino de búsqueda había empezado. 
Hoy con 30 años de edad y con una hija pequeña, Kiyari -que significa luz de luna-, Cynthia se reparte entre Nueva York y su patria descubierta. Es profesora de música afro peruana en el Djoniba Dance and Drum Center de Nueva York. “Se puede decir que ya encontré lo que buscaba, pero no me detengo porque el folclore es como la vida, siempre cambia”. 
Cynthia sabe lo que dice porque su derrotero la llevó a formar parte de la película ‘Soy Andina’, que dirigió Mitch Teplisky, un neoyorquino enamorado de la cultura peruana, y que cuando inició la filmación desconocía la existencia de Cynthia. En el film la otra protagonista es Nélida Silva, una ancashina de la localidad de Llamellín que retorna a su pueblo desde Nueva York para ser anfitriona de la fiesta patronal. 
“Invité a mis amigos de Nueva York y de Lima. En esa oportunidad Mitch Teplisky fue con la idea de filmar esta fiesta, pues le llamaba la atención, y creo que quería saber por qué alguien como yo, que vivía en Nueva York por mucho tiempo, se le ocurría regresar a su pueblito que queda en el fin del mundo solo por una fiesta”. 
“Así empezó lo que ahora se llama ‘Soy Andina’ que es una respuesta a una pregunta de Mitch. Me preguntó si me podía llamar latina, hispana, peruana, y yo sin titubear le dije: soy andina”. 
Esto tiene que ver con la experiencia de Nélida como inmigrante en Lima en su época de estudiante. Allí confiesa que nunca se integró, y que más bien ese proceso de integración lo vivió en Nueva York donde encontró afinidad con gente de Bolivia o con ecuatorianos andinos. La relación con peruanos criollos, costeños o limeños han sido bastante lejanas revela Nélida. 
De ahí que le fue más fácil adaptarse a Nueva York que a Lima porque todo ese proceso del inmigrante Nélida lo había vivido con intensidad en la capital peruana. La ancashina quechuahablante hoy de 45 años brota Llamellín por todos lados, su pareja es del pueblo, sus abuelos, sus padres y sus hermanos también. “Cuando llego a Nueva York mi identidad y mis raíces son totalmente claras y cimentadas, al punto que llego a crear un círculo, un clan o un ayllu de gente que incluye a los gringos”. 
Cynthia y Nélida. Nélida y Cynthia. Dos mujeres peruanas, dos recorridos a la inversa pero con lugares comunes y con lazos de pertenencia donde lo de ellas no es necesariamente un lugar físico, sino un conjunto de cosas que hacen que ambas mujeres se sientan parte de ello. Y esto ocurre en el Nueva York de todas las razas y nacionalidades, y en el Perú de todas las sangres.


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